viernes, 24 de noviembre de 2023

Ivo Pogorelich y Aliza Kezeradze, el amor único.


 La exitosa escritora Dolores Conquero  nos brinda la oportunidad de volver a disfrutar de este texto, cautivador y lleno de emoción.

Gracias por su generosidad.


Ivo Pogorelich y Aliza Kezeradzeel amor único.

El pianista croata Ivo Pogorelich tenía 22 años cuando salió del anonimato para siempre. Se presentó al concurso Frédéric Chopin de Varsovia, contra todo pronóstico fue eliminado en semifinales y… se armó, y bien gorda. La gran Martha Argerich, miembro del jurado, abandonó al grito de “Ivo Pogorilch es un genio” y muy enfadada por las intromisiones políticas en la deliberación. Era 1980, aún estábamos en plena guerra fría y la noticia fue todo lo viral que entonces podía serlo una información (de lo contrario, habría sido difícil que un concurso amañado fuera noticia). Y así fue como el mundo descubrió a este genio del piano, bello y divo hasta decir basta. Y así fue también como conocimos a su profesora y desde ese mismo año también su esposa, Aliza Kezeradze.

  Estuvieron juntos hasta la muerte de ella, en 1996. Dieciséis años intensos en los que él demostró con creces su genialidad. Después, vino un largo silencio de varios años.

  Hacía tiempo ya que quería hablar de ellos, pero, buceando y buceando, he encontrado varias declaraciones que hablan por sí solas de la naturaleza de este amor, así que me limitaré a transcribirlas. Una se la hizo Pogorelich a Justo Romero en El País en 1990, en la plenitud de su vida: “Toda historia de amor es única. En mi caso no se trata de un tema sexual, es algo mucho más hondo, es una propuesta para una relación única entre dos personas que también son únicas”. 

  Esta es de 2008, doce años después de la muerte de AlizaLa conocí a los diecisiete años y todos mis anhelos de músico y de hombre habían encontrado satisfacción en ella. Cuando nos encontramos mis estudios estaban en un callejón sin salida. Tenía una pasión musical feroz, pero no encontraba ni la técnica ni la personalidad para expresarla. Me desesperaba ver que no iba a llegar a ningún sitio: quería volar y ni siquiera sabía correr. Aliza me dio las alas que anhelaba. Me enseñó una técnica perfecta, una forma de interpretar llena de colores y matices, me hizo investigar las posibilidades sonoras de los nuevos pianos y me ayudó a construirme una personalidad musical diferenciada. Y cuando el éxito llegó, ella supo mantener en mí el espíritu de autocrítica, de trabajo y de exigencia constante.

  Y estas muy recientes, de 2014, también en El País: “Todo el mundo sabía, comentaba, más con aquella vigilancia. A los veintidós decidí que debíamos casarnos, arreglar nuestra situación ante la sociedad porque corríamos el riesgo de que destruyeran nuestra historia. La edad no significa gran cosa cuando la vida te ofrece una experiencia así. Son cosas difíciles de creer, algo muy elevado, que se da con la lógica de lo místico, lo inexplicable”.

  La última la recoge Blanca Andreu en su blog: He tenido que reinventarme a mí mismo. Como maestra Aliza era muy exigente. Se empapaba de arte, lo absorbía, lo devoraba. Era tan universal, tan sabia... Lo tenía todo: clase, educación, belleza de espíritu, talento y amor. En mi vida ella eclipsaba todo lo demás. Nunca podías volverte indolente estando junto a ella, ella siempre perseguía la excelencia. Incluso ante la muerte mantuvo el señorío de la gran dama que siempre fue. Tenía cáncer de hígado. Al morir el hígado le explotó y en nuestro último beso me roció con un vómito de sangre negra. Yo parecía el fantasma de la ópera, con todo el pelo lleno de cuajos de sangre. Y no me los quería quitar. Cuando salí a recibir las condolencias de quienes aguardaban el desenlace, todavía iba lleno de su sangre. Sufrí de un modo salvaje. Fui tan feliz durante nuestra vida juntos que aceptar que tendría que continuar solo me llevó mucho tiempo.

 

Este texto lo publicó la escritora Dolores Conquero en su blog (hoy cerrado), en 2014.


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