miércoles, 7 de marzo de 2012

Un triste día.

Todos los allí presentes tenían un halo de tristeza.
Miradas tristes y emocionadas de amigos, admiradores y antiguos alumnos.
No fuí alumna suya, pero siempre me tranquilizaba verlo en los tribunales de piano, a pesar del respeto que le profesaba y de lo exigente que era.
Llamaba la atención el interés con que nos escuchaba, (nosotros todos pequeños niños insignificantes, con nuestros Czernys y Ana-Magdalenas varios).
Después de los tribunales siempre me daba su opinión de lo que le había gustado y lo que no, y sobre todo me indicaba cómo podía mejorar.
Todo esto con una humildad, una cercanía extraordinaria y admirable, que aún siendo yo una pequeña niña con coletas y calcetinitos de croché, abrazando mí libro de Estudios mientras lo escuchaba atentamente en el pasillo del Conservatorio, era capaz de captar.
Quizás él no fué nunca consciente de que mientras lo escuchaba, yo internamente tomaba nota; porque aparte de intentar seguir sus consejos de como mejorar en la música, en esos momentos yo tomaba nota para de mayor parecerme a él.
Mí agradecimiento y admiración hacia Don Ramón siempre serán infinitos.

Fdo: MªPaz Ramos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario